
Las opiniones expresadas en el artículo son responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente representan la posición oficial de
la USAC y sus miembros. La obra está protegida por la Ley de Derechos de Autor y Derechos Conexos emitida en el decreto No. 33-98 por
el Congreso de la República de Guatemala.Diálogos sobre epistemologías de primer, segundo y
tercer orden: del objetivismo clásico a la complejidad
transdisciplinaria
Dialogues on first, second, and third-order epistemologies: from classical objectivism
to transdisciplinary complexity
José Alonso Andrade Salazar
Doctor en Pensamiento complejo
Docente Corporación Universitaria Minuto de Dios. UNIMINUTO
Colombia
jose.andrade@uniminuto.edu; 911psicologia@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-7916-7409
Resumen
OBJETIVO: tiene como propósito comprender la epistemología a través de sus tres órdenes —primer, segundo y
tercer orden—, analizando sus fundamentos, evolución histórica y aportes a la construcción de un conocimiento
más complejo e integrador. Se propone un recorrido que va desde el objetivismo clásico hasta la complejidad
transdisciplinaria, en el marco del diálogo inter y transdisciplinario. MÉTODO: se realizó una revisión crítica de
literatura con enfoque cualitativo, basada en el transmétodo de comprensión inter y transdisciplinar. La selección
de fuentes incluyó textos clásicos y contemporáneos provenientes de bases académicas reconocidas, priorizando
la diversidad epistémica y el rigor argumentativo. El análisis se organizó en tres dimensiones: evolución histórica,
categorías ontológicas-metodológicas y potencial dialógico de cada orden epistemológico. RESULTADOS:
El estudio evidencia que los tres órdenes epistemológicos —objetivista, constructivista y complejo— aportan
comprensiones diferenciadas del conocimiento. Mientras el primer orden fundamenta la ciencia clásica, el segundo
introduce reflexividad crítica, y el tercero propone una integración rizomática, ética y contextual. La articulación de
estos órdenes fortalece la praxis investigativa y educativa en contextos complejos. CONCLUSIONES: integrar los
distintos niveles epistemológicos en un marco comprehensivo permite superar la fragmentación del conocimiento,
con ello, se reafirma la necesidad de fomentar el diálogo inter y transdisciplinario como vía para enriquecer la
producción de conocimiento situado, plural y relacional. Se invita a los investigadores a incorporar diversas
perspectivas que amplíen y profundicen la comprensión de los procesos cognitivos, sociales y culturales.
Recibido: 14/08/2024
Aceptado: 26/05/2025
Publicado: 30/06/2025
Referencia
Andrade Salazar, J. A. (2025). Diálogos sobre epistemologías de primer, segundo y tercer orden: del objetivismo
clásico a la complejidad transdisciplinaria.
Revista Científica del Sistema de Estudios de Postgrado. 8(1). 1-23.
DOI: https://doi.org/10.36958/sep.v8i1.304
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Abstract
OBJECTIVE: this article aims to understand epistemology through its three orders—first, second, and third—
by analyzing their foundations, historical evolution, and contributions to the construction of a more complex
and integrative form of knowledge, particularly within the framework of inter- and transdisciplinary dialogue.
METHOD: a critical literature review was conducted using a qualitative approach grounded in the transmethode
of inter- and transdisciplinary understanding. The selection of sources included classical and contemporary texts
from recognized academic databases, prioritizing epistemic diversity and argumentative rigor. The analysis was
structured into three dimensions: historical evolution, ontological-methodological categories, and the dialogical
potential of each epistemological order. RESULTS: the study shows that the three epistemological orders—
objectivist, constructivist, and complex—offer distinct understandings of knowledge. The first order supports
classical science, the second introduces critical reflexivity, and the third proposes a rhizomatic, ethical, and
contextual integration. The articulation among these orders enhances investigative and educational practice
in complex contexts. CONCLUSIONS: integrating the different epistemological levels within a comprehensive
framework helps overcome the fragmentation of knowledge. The article reaffirms the need to foster inter- and
transdisciplinary dialogue as a pathway to enrich the production of situated, plural, and relational knowledge.
Researchers are encouraged to incorporate diverse perspectives that broaden and deepen the understanding of
cognitive, social, and cultural processes.
Keywords
Epistemology, classical objectivism, critical constructivism, epistemic complexity, transdisciplinarity, epistemological
pluralism, ancestral knowledge, dialogue of knowledge
Palabras clave
epistemología, objetivismo clásico, constructivismo crítico, complejidad epistémica, transdisciplinariedad,
pluralismo epistemológico, saberes ancestrales, diálogo de saberes

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Introducción
El estudio de la epistemología ha sido crucial para comprender cómo se genera, valida y
aplica el conocimiento en diversas disciplinas. No obstante, a pesar de su relevancia, persiste
una escasa articulación entre las distintas formas epistemológicas, especialmente cuando se
consideran los enfoques de primer, segundo y tercer orden. Esta fragmentación se acentúa
al incluir las epistemologías de los pueblos ancestrales, históricamente marginadas por el
pensamiento académico occidental (Smith, 1999).
Este artículo propone un análisis crítico y propositivo sobre cómo estos enfoques pueden dialogar
e integrarse para enriquecer la praxis reflexiva y profesional de investigadores y agentes del
conocimiento. El problema central radica en la segmentación epistemológica. La epistemología
de primer orden se enfoca en la generación del conocimiento desde los principios básicos de
las ciencias formales y naturales, incluyendo el legado filosófico de la Antigüedad y la Edad
Media. La epistemología de segundo orden, surgida en el Renacimiento y consolidada en la
modernidad y posmodernidad, cuestiona críticamente la validez y estructura del conocimiento,
y abre paso a perspectivas que desafían los paradigmas dominantes, en especial en educación,
investigación y ciencia. Por su parte, la epistemología de tercer orden implica una metarreflexión
compleja, integradora y transdisciplinaria, que revisa los fundamentos del conocimiento, sus
límites y sus implicaciones ontológicas y éticas (Morin, 2008).
En el plano académico, la epistemología de primer orden se manifiesta en métodos científicos
rigurosos y replicables, aunque muchas veces excluye saberes que no se ajustan a estos
criterios, como los conocimientos ancestrales basados en la oralidad, la experiencia y la
tradición (Battiste, 2002). La epistemología de segundo orden se expresa, por ejemplo, en los
debates sobre la naturaleza del conocimiento científico y los cambios paradigmáticos como los
propuestos por Thomas Kuhn (1962). Ambas son relevantes, empero, sin una epistemología
de tercer orden, en la praxis se pueden generar soluciones fragmentadas, limitadas para
responder en clave de religaje a la complejidad de los problemas contemporáneos (Andrade,
2020, 2023).
Las causas de la desconexión entre saberes son múltiples. Destacan la estructura del sistema
educativo occidental, que divide el conocimiento en compartimentos funcionales al poder
(Foucault, 1972), y la hegemonía del paradigma positivista, que ha desvalorizado saberes
alternativos y epistemologías críticas (Habermas, 1985). A esto se suma la resistencia
institucional al cambio y la escasa formación inter y transdisciplinaria, lo que dificulta la
integración de múltiples perspectivas en la investigación y en la acción profesional.
Esta fragmentación epistemológica tiene consecuencias tanto teóricas como prácticas.
Académicamente, perpetúa una visión reducida, lineal y excluyente del conocimiento, que
ignora la diversidad de saberes, experiencias y prácticas socioculturales, lo que limita la
capacidad para abordar problemas complejos de forma dialógica y multidimensional; así

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como también, la aplicación de soluciones parciales, sesgadas y poco efectivas, que pueden
reforzar desigualdades y exclusiones (Battiste, 2002).
Una posible vía para superar esta división es fomentar un diálogo inter y transdisciplinario que
sea inclusivo, empático y recursivo entre epistemologías y disciplinas. Ello exige reconocer
el valor de los saberes ancestrales y las epistemologías críticas, integrándolos en el currículo
académico y en la formación profesional. Además, es clave adoptar una perspectiva de
tercer orden que promueva la metarreflexión y la integración de múltiples saberes mediante
metodologías complejas, antimetódicas y no lineales, y tal como lo señala Morin (1973, 1977),
alejadas del paradigma tradicional cartesiano.
Este proceso debe estar acompañado de políticas interinstitucionales que impulsen la
formación inter y transdisciplinaria y la creación de espacios académicos para la reflexividad,
la investigación y el diálogo de saberes. Así, será posible avanzar hacia un conocimiento
más complejo, plural y situado, fundamentado en el paradigma de la complejidad y en
modelos emergentes que favorezcan la colaboración entre disciplinas, culturas, contextos y
experiencias.
Materiales y Métodos
Esta investigación, de enfoque cualitativo y exploratorio-reflexivo, se apoya en el transmétodo
de Comprensión Inter y Transdisciplinar (Andrade, 2024b), que busca superar los límites
disciplinares mediante la integración de múltiples perspectivas. Se fomenta así un diálogo
activo entre saberes, reconociendo su interdependencia y complementariedad en la
construcción del conocimiento.
La selección bibliográfica se basó en la relevancia teórica, la actualidad y el impacto en
el pensamiento epistemológico. Se priorizaron textos fundamentales, incluidos aportes de
tradiciones culturales diversas y saberes ancestrales. La búsqueda se realizó en bases
académicas, revisiones de alto impacto y fuentes especializadas revisadas por pares,
garantizando rigor y calidad. Este corpus permite proponer un marco comprensivo para
analizar los distintos órdenes epistemológicos y su posible integración.
Acerca de la epistemología
La epistemología es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el origen y el alcance del
conocimiento, analizando cómo se forma, se valida y transforma mediante diversos procesos,
técnicas y métodos. Su objetivo es entender cómo se desarrollan y cambian las creencias
y los saberes humanos, estableciendo bases sólidas para la adquisición y evaluación del
conocimiento. Según la Real Academia Española (2001), el término epistemología proviene

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del griego ἐπιστήμη (epistḗmē), que significa conocimiento, y el sufijo -logía, y se define como
la teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. También conocida como
gnoseología, se ocupa del origen, naturaleza y límites del conocimiento humano (Ferrater-
Mora, 2001).
La epistemología se centra en cómo se adquiere y valida el conocimiento científico, explorando
los principios y metodologías que sustentan las prácticas científicas. A continuación, se
presenta un breve recorrido histórico organizado por periodos, destacando a algunos de los
pensadores más influyentes de cada época, como Aristóteles, Hume, Kant, Popper y Morin,
entre otros, y sus contribuciones clave al pensamiento epistemológico. Este recorrido puede
ampliarse con más autores y enfoques, mostrando cómo la epistemología ha evolucionado
en respuesta a los cambios culturales, científicos y tecnológicos, aunque aquí se ofrece una
versión resumida para brindar una visión integradora de la ciencia y su papel en la construcción
del conocimiento.
Como estudio de los fundamentos del conocimiento, la epistemología tiene sus raíces en la
filosofía presocrática, donde pensadores como Tales de Mileto y Anaximandro comenzaron a
explorar la naturaleza del saber y la realidad, sentando las bases para futuras investigaciones.
Los presocráticos se centraron en comprender el cosmos y los principios fundamentales
de la existencia, planteando preguntas sobre el origen y la validez del conocimiento, sin
recurrir a explicaciones mitológicas, lo que marcó un hito en la evolución del pensamiento
epistemológico.
El periodo socrático, con figuras como Sócrates y Platón, continuó el desarrollo de la
epistemología a través del diálogo y la crítica. Sócrates, mediante un método que combinaba
la dialéctica —centrada en el arte de refutar mediante preguntas— y la mayéutica —orientada
a ayudar al interlocutor a descubrir el conocimiento por sí mismo—, cuestionó las certezas
establecidas y buscó definir conceptos fundamentales como la justicia y la virtud. Por su parte,
Platón introdujo la teoría de las Ideas, según la cual el conocimiento verdadero proviene del
mundo de las Ideas inmutables, en contraste con la realidad sensible y cambiante.
En el periodo aristotélico, Aristóteles formuló una epistemología empírica y sistemática,
estableciendo principios sobre cómo conocer y comprender el mundo mediante observación,
clasificación y razonamiento inductivo, lo que sentó las bases, grosso modo, de la epistemología
moderna.
Durante la época helenística, pensadores como Zenón de Citio, Epicteto, Séneca, Pirrón de Elis,
y los epicúreos como Epicuro y Lucrecio, desarrollaron nuevas perspectivas epistemológicas.
Los epicúreos destacaron la importancia de las sensaciones y experiencias personales en la
construcción del conocimiento. Aunque Aristóteles no fue un pensador helenístico, su enfoque
empírico influyó considerablemente en el pensamiento posterior (Copleston, 1960; Jaeger, 2001).

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En la Edad Media, la epistemología se fusionó con la teología y la filosofía escolástica.
Pensadores como Santo Tomás de Aquino y San Agustín trataron la relación entre la fe y la
razón, buscando reconciliar la filosofía aristotélica con la doctrina cristiana. Aquino defendió que
la razón y la fe pueden coexistir y complementarse en la búsqueda de la verdad, influenciando
profundamente la concepción del conocimiento en la Edad Media.
El Renacimiento representó un resurgimiento del interés por el conocimiento empírico y
científico, con figuras como Francis Bacon (1620), quien promovió el método inductivo, y
René Descartes, que defendió el método deductivo y la importancia de la razón. Este periodo
marcó un punto de inflexión en la epistemología, con un enfoque renovado en la observación
y la experimentación.
En la era moderna, autores como David Hume e Immanuel Kant cuestionaron la certeza
de la inducción y exploraron cómo la ciencia contribuye a la comprensión de la realidad.
Auguste Comte, con el positivismo, aportó una visión progresiva del conocimiento científico.
En la época contemporánea, filósofos como Thomas Kuhn, con su teoría de los paradigmas
y las revoluciones científicas, e Imre Lakatos (1978), con su propuesta de programas de
investigación que combinan elementos del racionalismo crítico y del historicismo, contribuyeron
significativamente a la diversificación y complejización del pensamiento epistemológico, al
mostrar que la ciencia no avanza linealmente, sino a través de rupturas, controversias y
núcleos teóricos en evolución.
La crítica a la objetividad y la pluralidad de métodos, propuesta por Paul Feyerabend, Hilary
Putnam, Sandra Harding y Nancy Cartwright, refleja la complejidad del conocimiento moderno.
Asimismo, Mario Bunge destacó la epistemología como una disciplina centrada en la ciencia,
mientras que Edgar Morin ofreció una visión basada en la complejidad y la integración de
saberes heterogéneos. Basarab Nicolescu abogó por la transdisciplinariedad para enfrentar
la fragmentación del conocimiento, e Ilya Prigogine exploró la complejidad en los sistemas
dinámicos. También, Julia Kristeva y Denise Najmanovich abordaron la intersección entre
conocimiento, subjetividad y contexto cultural, mostrando cómo la epistemología ha transitado
de una visión universalista a una más plural y contextual, capaz de responder a los desafíos
contemporáneos.
Filosofía de la Ciencia
La filosofía de la ciencia es un campo de la filosofía que analiza los fundamentos, métodos e
implicaciones del conocimiento científico, examina cómo se desarrolla, valida y aplica dentro de
las diversas disciplinas científicas, y ofrece una reflexión crítica sobre los principios y prácticas
que sustentan la investigación. Estudia conceptos como la naturaleza de las leyes científicas,
la estructura de las teorías, la relación entre observación y teoría, y el concepto de evidencia,
así como su interpretación para validar o refutar hipótesis. Consolidada como campo distintivo

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en el siglo XX, sus raíces se encuentran en los trabajos de filósofos clave de épocas anteriores.
René Descartes (1596-1650) estableció bases fundamentales con su método cartesiano y la
duda metódica, promoviendo una comprensión sistemática del conocimiento científico (Morillo-
Velarde, 2001). Descartes defendió la razón y los principios deductivos en la fundamentación
de la ciencia moderna, introduciendo el método cartesiano, que enfatiza la duda metódica y
el uso de la razón para alcanzar conocimientos indudables. Francis Bacon (1561-1626), en
su obra Novum Organum, destacó el método inductivo y la importancia de la experimentación
empírica, influyendo de manera decisiva en la metodología científica. Bacon, considerado
uno de los padres del empirismo moderno, promovió la observación y acumulación de datos
para formar teorías, cimentando así las bases para la ciencia experimental.
Isaac Newton (1687), con su Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, impactó
profundamente la filosofía de la ciencia al proponer un universo ordenado y regido por leyes
universales explicables matemáticamente mediante la mecánica newtoniana. Más tarde,
David Hume (1711–1776) planteó interrogantes cruciales sobre la causalidad y la inducción,
desafiando las bases del conocimiento científico. En 1748, Hume cuestionó la inducción,
argumentando que no hay razón lógica para suponer que el futuro se parecerá al pasado,
así, introdujo el problema de la inducción, un desafío fundamental para la justificación de las
leyes científicas basadas en la experiencia. Immanuel Kant (1724–1804), en su Crítica de la
razón pura, exploró cómo las percepciones y conceptos estructuran la experiencia del mundo,
influyendo en la construcción del conocimiento científico.
Kant (1781) incluyó la idea de que la ciencia no solo describe la realidad, sino que también
contribuye a estructurar su comprensión. Según él, el conocimiento científico resulta de
la interacción entre la experiencia y las estructuras a priori de la mente. Augusto Comte
(1798-1857), fundador del positivismo, sostuvo que el progreso del conocimiento científico
avanza a través de etapas sucesivas, desde lo teológico hasta lo positivo, donde prevalecen
la observación empírica y el razonamiento lógico. Estos pensadores establecieron los
fundamentos conceptuales y metodológicos que fueron desarrollados y consolidados en el
siglo XX por filósofos como Karl Popper, Thomas Kuhn, Imre Lakatos y Paul Feyerabend.
Karl Popper (1902-1994) formuló el principio de falsabilidad como criterio entre lo científico
y lo no científico. Para Popper (1959), una teoría es científica si puede ser falsada, es decir,
si puede ser sometida a pruebas que la refuten. Thomas Kuhn (1922-1996) introdujo la
idea de que el desarrollo científico ocurre dentro de paradigmas, marcos de referencia que
guían la investigación, y presentó los cambios de paradigma, revoluciones científicas donde
se sustituyen paradigmas obsoletos. Imre Lakatos (1922-1974) desarrolló el concepto de
programas de investigación, sugiriendo que una teoría científica se evalúa en función de su
capacidad para prever nuevos hechos y su coherencia interna. Paul Feyerabend (1924-1994)
criticó la idea de un método único y destacó la pluralidad de métodos en la práctica científica,
abogando por un enfoque anárquico en el que la creatividad y la diversidad metodológica
sean esenciales para el progreso.

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Hilary Putnam (1981) contribuyó al debate sobre el realismo científico y la relación entre
ciencia y filosofía, abogando por un realismo pragmático que reconozca la práctica científica
como una actividad humana situada. Sandra Harding (1991) introdujo un enfoque feminista en
la filosofía de la ciencia, resaltando cómo el género influye en la producción de conocimiento,
cuestionando las suposiciones androcentristas y abogando por una epistemología “de
punto de vista” que incorpore las experiencias de grupos marginalizados. Nancy Cartwright
(1983) analizó cómo las teorías científicas deben ser contextualizadas en sus aplicaciones,
subrayando que las leyes científicas son representaciones idealizadas que requieren ser
adaptadas a los contextos específicos.
Alfredo Jaar (1987) propuso una crítica desde el arte hacia la ciencia, cuestionando la
objetividad y la neutralidad científica. Jaar utilizó el arte como medio para reflexionar sobre las
implicaciones sociales y éticas de la ciencia. Barad (2007), desde una perspectiva filosófica
y científica, exploró la intersección entre ambos campos a través del concepto de intra-
acción, sugiriendo que los fenómenos son co-constitutivos, es decir, los objetos y sujetos
se forman mutuamente en el proceso de observación. Mario Bunge, por su parte, vinculó la
epistemología directamente con la filosofía de la ciencia, subrayando su rol en el análisis crítico
de los principios y resultados científicos, y promoviendo un enfoque riguroso y coherente en
la metodología científica.
Bunge (1967) distinguió dos enfoques epistemológicos: en el ámbito anglosajón, la
epistemología se refiere al estudio de la naturaleza, origen y límites del conocimiento humano,
mientras que en el francés, la reflexión sobre la ciencia se enfoca en una crítica profunda a los
fundamentos, principios y resultados científicos. Esta diferencia refleja una distinción entre el
interés por el conocimiento en general en el mundo anglosajón y la crítica más centrada en
las estructuras y prácticas científicas en la tradición francesa.
Epistemologías de los pueblos ancestrales
Aunque en este artículo se ha propuesto una lectura que ubica a las epistemologías de los
pueblos ancestrales y del Sur dentro del segundo orden, es importante aclarar que estas
tradiciones epistémicas no emergen como una crítica interna al conocimiento moderno, sino
como formas originarias, autónomas y frecuentemente anteriores a la modernidad. Por tanto,
su inclusión en este marco responde más a un ejercicio de diálogo que a una clasificación
estricta. Algunas de estas epistemologías, por su carácter holístico, ético, espiritual y
ontológicamente relacional, se alinean más con los principios del tercer orden.
Las epistemologías de los pueblos ancestrales y las epistemologías del sur amplían de
manera crítica y contextualizada la teoría del conocimiento, contrastando y complementando
las perspectivas occidentales tradicionales. En términos generales, ambas responden a
las epistemologías de segundo orden, pero en ellas, la comprensión del sujeto y del objeto
se presenta como una dinámica multidireccional y no lineal lo que revela su propensión

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a epistemologías de tercer orden. En el caso de los pueblos ancestrales, cuya sabiduría
perdura hoy en día a través de cosmovisiones y ritualidades tradicionales, la construcción del
conocimiento se basa en métodos empíricos, mitologías, prácticas espirituales y transmisión
oral. Estos enfoques no solo preservan información histórica, sino que también enriquecen el
conocimiento práctico y espiritual de las comunidades (Battiste, 2002; Smith, 1999).
Además, las epistemologías de los pueblos ancestrales incluyen una reflexión crítica sobre
su propia ciencia, entendida como los conocimientos y prácticas específicas de cada cultura,
similar a la tradición francesa de la epistemología, que examina y cuestiona los fundamentos
y la legitimidad del conocimiento en relación con su contexto cultural. Este análisis subraya la
importancia de las interacciones entre naturaleza y sociedad, destacando la sostenibilidad y el
equilibrio ecológico como componentes esenciales del conocimiento (Feyerabend, 1975). En
este sentido, las epistemologías ancestrales consideran la ciencia como una práctica integrada
en la vida cotidiana y el entorno natural, rechazando la separación entre conocimiento y
aplicación práctica (Viveiros de Castro, 2004).
Por su parte, las epistemologías del sur abordan la generación y validación del conocimiento
en contextos históricamente marginados. Este enfoque desafía las perspectivas eurocéntricas
y reivindica los saberes locales, populares y comunitarios como formas legítimas de
conocimiento.
En este marco de epistemologías de segundo orden, la pluralidad y la inclusión de diversas
fuentes de conocimiento son elementos clave, contrastando con la tendencia occidental hacia
la homogeneización del saber (De Sousa-Santos, 2014). Las epistemologías del sur abogan
por una ciencia más inclusiva y equitativa, reconociendo los saberes emergentes de las luchas
de los pueblos oprimidos (Escobar, 2007).
En ciertos aspectos, las epistemologías del sur también critican -como lo hacen las
epistemologías francesas- la ciencia dominante y sus fundamentos. Este enfoque se centra en
descolonizar el conocimiento, cuestionando los supuestos y jerarquías epistemológicas que
han excluido o subyugado otros saberes (Mignolo, 2009). Según De Sousa-Santos (2014),
la ciencia debe reconocer la diversidad epistemológica, promoviendo una mayor equidad
en la producción y validación del conocimiento y desafiando las estructuras de poder que
perpetúan la exclusión de saberes no occidentales.
Tanto las epistemologías de los pueblos ancestrales como las epistemologías del sur amplían
la noción de conocimiento más allá de los límites occidentales, incorporando saberes prácticos,
espirituales y comunitarios. Esta expansión desafía la exclusividad de la ciencia occidental,
proponiendo una visión más inclusiva y diversa del conocimiento. La crítica y reflexión
presentes en ambas epistemologías se alinean con la tradición francesa, al cuestionar las
estructuras de poder en la producción del conocimiento global y reflexionar sobre los propios
fundamentos y métodos de estos saberes (Feyerabend, 1975; De Sousa-Santos, 2014).

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Ambas perspectivas enfatizan la importancia del contexto cultural y la pluralidad de
saberes, rechazando la universalidad y hegemonía de la ciencia occidental. Promueven
una comprensión más amplia y diversa de lo que constituye conocimiento válido y científico,
destacando que el saber no es monolítico, sino plural y contextual (Smith, 1999; Viveiros de
Castro, 2004). Siguiendo los análisis anglosajón y francés, estas epistemologías enriquecen
y diversifican la comprensión del conocimiento y la ciencia, integrando perspectivas críticas
y contextuales que desafían las hegemonías epistemológicas y promueven un diálogo más
inclusivo y equitativo.
Cabe destacar que tanto las epistemologías de los pueblos ancestrales como las epistemologías
del sur son legítimas, pues ofrecen marcos coherentes y sistemáticos para la generación,
validación y aplicación del conocimiento. Estas epistemologías resisten las limitaciones
impuestas por la epistemología occidental dominante, particularmente en lo que respecta a
la validez científica de sus saberes. Los pueblos ancestrales, por ejemplo, utilizan métodos
empíricos tradicionales, mitologías, prácticas espirituales y la transmisión oral para construir un
conocimiento profundamente arraigado en sus contextos culturales y ecológicos. Estos modos
de conocimiento incluyen la intuición y la sabiduría ancestral, validándose y transmitiéndose
de generación en generación, mostrando una robusta estructura epistemológica.
Por otro lado, las epistemologías del sur se centran en cómo se genera y valida el conocimiento
en contextos históricamente marginados, reivindicando los saberes locales y comunitarios
como formas legítimas de conocimiento. Estas epistemologías critican las jerarquías de la
ciencia occidental, promoviendo una visión plural y equitativa que reconoce la diversidad
epistemológica y el valor de los saberes situados en experiencias de lucha y resistencia. De
esta manera, desafían el eurocentrismo y proponen epistemes emergentes, sustentando su
legitimidad como epistemologías críticas e integradoras.
Algunas corrientes epistemológicas contemporáneas y ancestrales pueden no ajustarse
plenamente a una única categoría de orden. Tal es el caso de las epistemologías indígenas
que combinan saber empírico, espiritualidad, relacionalidad y memoria colectiva, o de
propuestas filosóficas como la de Barad (2007), que desde una ontología agencial rompe
con las separaciones clásicas sujeto-objeto. Estas formas híbridas o transversales invitan a
pensar el conocimiento no desde órdenes fijos, sino desde trayectorias rizomáticas, donde lo
primero, segundo y tercero coexisten en tensión y complementariedad.
Evolución del pensamiento epistemológico
La evolución del pensamiento epistemológico, desde la antigüedad hasta la modernidad,
refleja una búsqueda continua por comprender la naturaleza del conocimiento y su origen.
En la antigüedad, filósofos como Tales de Mileto y Anaximandro, con sus propuestas sobre
el agua como arche y el apeiron como principio primordial, anticiparon la moderna búsqueda
de teorías unificadoras en la física. La exploración de una esencia primordial que explique la

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diversidad del cosmos guarda paralelismos con las investigaciones actuales sobre la materia
y energía oscuras, mostrando cómo las inquietudes epistemológicas antiguas continúan
influyendo en la ciencia contemporánea (Polchinski, 1998; Bertone & Hooper, 2005).
Durante la Edad Media, el debate sobre la integración de la razón y la revelación divina
dominó el pensamiento epistemológico. La idea de armonizar la razón con la fe, central
en el pensamiento medieval, sigue vigente en el debate ético y moral contemporáneo,
particularmente en campos como la biotecnología y la tecnología. Esta visión revela cómo
la filosofía medieval no solo influyó en la estructuración del conocimiento, sino también en
la aplicación de principios éticos en el contexto actual, reflejando la persistencia de estos
debates hasta la era moderna (Corman et al., 1990).
La modernidad trajo consigo una transformación significativa en la epistemología, con énfasis
en la duda metódica y el análisis crítico. El método de duda metódica, que buscaba una certeza
indudable a través de la duda sistemática, y el principio de falsabilidad, que promueve la
refutación de teorías como criterio de demarcación científica, continúan siendo fundamentales
en la epistemología contemporánea. Estas ideas influyen tanto en la metodología científica
actual como en la comprensión crítica de la evidencia, mostrando cómo las concepciones
modernas del conocimiento siguen siendo esenciales en la investigación presente (Descartes,
1641; Popper, 1959).
Al presente, el pensamiento filosófico tiende hacia una visión más integradora e inter y
transdisciplinaria del conocimiento, aunque persisten los vestigios de la histórica separación
entre las ciencias y las humanidades, lo que sigue condicionando ciertos marcos epistémicos.
Esta perspectiva integradora subraya la necesidad de construir nuevas epistemes de tercer
orden, capaces de cuestionar, deconstruir y robustecer los saberes de segundo orden
en respuesta a los cambios, la multidimensionalidad y la complejidad de los problemas
contemporáneos. Las epistemologías de tercer orden son fundamentales para abordar
problemas multifacéticos y dinámicos que no pueden ser comprendidos adecuadamente
desde enfoques reduccionistas o unidimensionales. Esto permite una comprensión más
empática, flexible y conectada del conocimiento, reflejando la interdependencia entre los
diferentes campos del saber y respondiendo de manera más efectiva a los retos actuales, en
términos de reflexividad dialógica y no lineal.
En este sentido, la epistemología de segundo orden se centra en analizar no solo el
conocimiento, sino también las condiciones bajo las cuales este conocimiento es producido
(Andrade, 2024, 2024a). A diferencia de enfoques anteriores que se ocupan del conocimiento
objetivo, la epistemología de segundo orden reconoce al sujeto como un producto de procesos
biológicos y sociales, lo que implica considerar su contexto en la producción del conocimiento.
Esta perspectiva desafía la noción de un sujeto neutral y objetivamente capaz de conocer,
destacando la importancia de contextualizar y reconocer al sujeto como un observador
contextual. Además, la integración de teorías como la de sistemas, la transdisciplinariedad y el

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pensamiento complejo subraya la necesidad de comprender no solo los elementos aislados,
sino las interacciones entre ellos, promoviendo una epistemología que se adapta mejor a la
naturaleza dinámica y compleja de la realidad.
De este modo, la evolución del pensamiento epistemológico no solo responde a la acumulación
de conocimiento, sino a una transformación en la forma en que se entiende cómo se genera,
organiza y aplica dicho conocimiento en un mundo en constante cambio.
Tres niveles u órdenes de la epistemología
Aunque la distinción entre epistemologías de primer, segundo y tercer orden puede parecer
secuencial, es fundamental aclarar que estos órdenes no deben entenderse como etapas
evolutivas ni jerárquicas, sino como modos distintos de relación con el conocimiento. Cada
uno responde a diferentes preguntas ontológicas, metodológicas y éticas. En muchos casos,
coexisten de forma simultánea en la práctica investigativa, pedagógica o comunitaria, y su
comprensión articulada permite enriquecer el diálogo epistémico contemporáneo.
Si bien, la epistemología no se divide estrictamente de forma histórica, este artículo explora
diversos aportes y consensos que permiten conceptualizar epistemologías de primer, segundo
y tercer orden, siendo la última una invitación a abrir nuevos horizontes en los escenarios
epistémicos, discursivos, educativos e investigativos, apuesta que también ha sido examinada
por diversos autores (Giere, 2006; Ladyman, 2002; Quine, 1969).
Esta perspectiva responde a los desafíos contemporáneos, las emergentes tecnologías de la
información y la comunicación, y las problemáticas actuales de la humanidad. El objetivo no es
fragmentar ni aislar cada etapa, sino comprenderlas como parte de un continuo, reconociendo
que los procesos históricos no siguen trayectorias lineales. A lo largo de este recorrido, se
identifican las principales contribuciones de distintos enfoques y autores que abordan los
interrogantes fundamentales de cada época. A continuación, se exponen las epistemologías
y sus aportes clave.
La epistemología de primer orden, también conocida como epistemología clásica, se centra
en la búsqueda de un conocimiento objetivo y universal. Esta perspectiva se funda en la
convicción de que es posible alcanzar una comprensión verdadera del mundo mediante
métodos rigurosos y empíricos. Aunque abarca la generación de conocimiento filosófico en las
eras antigua y medieval, su pleno desarrollo se da en el Renacimiento, con René Descartes
como un referente crucial. Descartes establece un método de duda metódica orientado a
asegurar certezas indudables (Descartes, 1641). El positivismo de Augusto Comte (1875)
también juega un papel central, al subrayar la importancia de la observación empírica y el
método científico como pilares del conocimiento. La epistemología de primer orden se basa
en la premisa de que la realidad es susceptible de ser conocida objetivamente, y que el
conocimiento se construye mediante la acumulación progresiva de hechos verificables.

13
Este enfoque fue fundamental para el desarrollo de la ciencia moderna, promoviendo la
objetividad y la universalidad de los principios científicos, aunque ha sido objeto de críticas
por su tendencia a ignorar la influencia del observador en el proceso de conocimiento. En la
ontología de la epistemología de primer orden, se asume una concepción objetiva y realista
de la realidad. Según esta visión, el mundo existe independientemente del observador, y
es posible acceder a una verdad universal a través del método científico y la observación
empírica (Gilson, 2014). Esta postura está alineada con el realismo clásico, donde las
entidades y fenómenos poseen una existencia autónoma que puede ser descrita de forma
precisa mediante el análisis racional y empírico. René Descartes y Auguste Comte son
exponentes clave de esta perspectiva, con Descartes buscando certezas indudables mediante
la razón (Descartes, 1641), y Comte sosteniendo que el conocimiento verdadero proviene de
la observación empírica y el método científico (Comte, 1848).
La epistemología de segundo orden surge como una respuesta crítica a las limitaciones de
la epistemología de primer orden, reconociendo que el conocimiento está influenciado por el
observador y su contexto (Sotolongo & Delgado, 2006). Figuras como Heinz von Foerster y
Humberto Maturana son clave en este enfoque. Von Foerster (1981) desarrolló la cibernética
de segundo orden, donde enfatiza que los observadores son parte del sistema que observan,
lo que implica que la objetividad total es inalcanzable. Maturana y Francisco Varela, con
su teoría de la autopoiesis, afirman que el conocimiento es una construcción activa del
observador en interacción con su entorno (Maturana & Varela, 1980). Este enfoque subraya
que el conocimiento no es un reflejo pasivo de la realidad, sino una construcción dinámica
influenciada por las experiencias y perspectivas del observador. Así, la epistemología de
segundo orden amplía la comprensión del conocimiento al integrar la subjetividad y el contexto,
reconociendo la importancia de la reflexividad y la auto-referencia en la investigación.
En la ontología de la epistemología de segundo orden, se reconoce que la realidad no es
completamente objetiva, sino que está influenciada por el observador y su contexto. Desde esta
perspectiva, el conocimiento es visto como una construcción interactiva entre el observador y
su entorno. Esto implica que la realidad es subjetiva y depende de la experiencia y percepción
del observador. Heinz von Foerster y Humberto Maturana son representantes destacados de
esta visión, con Von Foerster (1981) subrayando que los observadores son parte del sistema
observado, y Maturana y Varela (1980) sosteniendo que el conocimiento es una construcción
activa en interacción con el entorno. La epistemología de segundo orden reconoce que la
subjetividad y el contexto del observador son componentes fundamentales en la construcción
del conocimiento.
En este aspecto, la certeza absoluta se muestra inalcanzable y la epistemología de primer
orden, con su tendencia analítica-explicativa, se revela insuficiente. En realidad, el conocimiento
es dinámico y se encuentra en constante coevolución. La epistemología de segundo orden
plantea que el conocimiento surge de un proceso mental fluctuante y colectivo, orientado
hacia la transformación, y se encuentra inmerso en incertidumbres que superan los cimientos
absolutos de la certeza. A pesar de ello, es posible construir saberes bajo condiciones inciertas,

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lo que remite a la epistemología de la complejidad, que aborda el conocimiento y la realidad
desde un enfoque integrador. Así, ambos enfoques, de primer y segundo orden, ofrecen
visiones contrastantes sobre el conocimiento, pero la epistemología de segundo orden abre
nuevos caminos para el diálogo y perspectivas emergentes.
La epistemología de tercer orden se distingue por su enfoque integrador y transformador,
buscando superar las limitaciones de los dos órdenes previos mediante la integración de diversas
perspectivas y niveles de realidad. Basarab Nicolescu y Edgar Morin son figuras clave en este
campo. Nicolescu (1996) aboga por la transdisciplinariedad, integrando diferentes disciplinas
y niveles de realidad, mientras que Morin (1998, 2015) promueve la metadisciplinariedad,
el pensamiento ecologizado, la antropoética y el pensamiento complejo, destacando la
interconexión de todos los aspectos del conocimiento. Aunque Morin es un representante
prominente de la epistemología de segundo orden, su pensamiento ha evolucionado de manera
creativa e innovadora hacia el tercer orden. La epistemología de tercer orden reconoce que
el conocimiento se construye a través de la interacción de diversas perspectivas y enfoques,
promoviendo un entendimiento más reticulado y adaptativo de los fenómenos.
En este enfoque, la epistemología contemporánea incorpora una dimensión ética y contextual,
donde la enacción y la co-creación de significados juegan un papel central. Esta visión
permite integrar los saberes de manera dinámica y continua, adaptándose a los retos del
contexto contemporáneo. La ontología en la epistemología de tercer orden es integradora
y dialógica, abarcando múltiples niveles de realidad y considerando tanto la objetividad
como la subjetividad. Este enfoque propone que la realidad es compleja y se construye a
partir de la interacción y el diálogo entre diferentes saberes y disciplinas. Nicolescu, con
su concepto de homo sui trascendentalis, y Morin, con el homo complexus, sugieren que
la transdisciplinariedad y la complejidad ofrecen una comprensión más completa de la
realidad humana en su multidimensionalidad. La epistemología de tercer orden reconoce que
el conocimiento no puede comprenderse completamente dentro de los límites de una sola
disciplina o nivel de realidad (Nicolescu, 2009; Prigogine & Stengers, 1979).
Morin (2004) propone una visión integradora de ideas, saberes, métodos, epistemes,
experiencias y sentidos, subrayando que la actividad cognoscitiva humana persiste en la
intención de interconectar el conocimiento a través de bucles inter-retroactivos, que se
desplazan entre, a través y más allá de sus condiciones de posibilidad. Esta ontología fomenta
una visión integradora del mundo, donde la interconexión e interdependencia de todos los
elementos son fundamentales en el quehacer intelectual humano, promoviendo un enfoque
que incluye aspectos físicos, biológicos, sociales y espirituales. Estas epistemologías, aunque
distintas, invitan a repensar la concepción del ser. En la epistemología de primer orden, el ser
se concibe como algo objetivo e independiente del observador, y la búsqueda de verdades
universales sobre el mundo es central. Descartes, por ejemplo, define el ser a través del
cogito, ergo sum (pienso, luego existo), subrayando una dualidad entre mente y cuerpo.

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En la epistemología de segundo orden, el ser se ve como un sujeto en constante interacción
con su entorno, influenciado por su contexto y experiencias. Maturana y Varela, a través
de su teoría de la autopoiesis, conceptualizan el ser como un sistema auto-organizado
que construye su propia realidad mediante interacciones con su entorno. Finalmente, la
epistemología de tercer orden propone un ser complejo (homo complexus), multidimensional,
interconectado, que existe en múltiples niveles de realidad y cuya existencia se define por su
interrelación con otros seres y su entorno, según lo propuesto por Morin (1998), quien sugiere
que el ser es parte de una totalidad integradora, donde su comprensión requiere reconocer
su interconexión y dependencia con el universo. El esquema de epistemologías de primer,
segundo y tercer orden utilizado en este trabajo se propone como una herramienta analítica
útil para mapear formas de relación con el conocimiento, sin pretensión de totalización.
Se reconoce que muchos saberes ancestrales y comunitarios operan desde ontologías,
metodologías y cosmovisiones que no se ajustan necesariamente a estos tres órdenes, e
incluso podrían considerarse formas de epistemología situadas y alternas que desbordan la
lógica reflexiva del pensamiento occidental.
Diálogo entre, a través y más allá de los saberes
El diálogo entre, a través y más allá de los saberes puede entenderse como una propensión
integradora que busca superar las limitaciones y linealidades tradicionales del conocimiento,
mediante el ejercicio consciente y teleológico de la interdisciplinariedad, transdisciplinariedad
y metadisciplinariedad. Según Edgar Morin (2015), la complejidad de los problemas
contemporáneos exige una comprensión amplia y conectada que trascienda las fronteras de
las disciplinas aisladas, promoviendo la colaboración entre campos diversos para una visión
más compleja e integradora de los desafíos actuales. Este diálogo fomenta la integración de
experiencias, sentidos e interpretaciones diversas, reconociendo la no linealidad, fluctuación
e irreversibilidad del conocimiento. En este escenario, el trabajo colaborativo y la auto-eco-
actualización cognoscitiva permiten la deconstrucción y renovación incesante de las ideas.
Además, el enfoque antropoético es esencial para considerar los valores y la cultura en
la construcción del conocimiento, promoviendo una investigación más ética, contextual
y responsable, que refleje la realidad en su complejidad y dinamismo. La importancia del
diálogo entre saberes, y la apuesta por la interdisciplinariedad, transdisciplinariedad y
metadisciplinariedad, como lo plantea Morin (2015), radica en la necesidad de abordar los
problemas complejos desde múltiples perspectivas. Esto se logra metodológicamente mediante
la articulación de distintos marcos conceptuales, el trabajo colaborativo entre disciplinas y la
integración reflexiva de conocimientos diversos sobre un problema común. Morin argumenta
que los fenómenos actuales requieren un enfoque que trascienda los límites de las disciplinas
tradicionales, permitiendo una comprensión más integral y compleja. Esta visión fomenta la
integración de saberes diversos para enfrentar desafíos globales y locales, reconociendo que
ningún campo del conocimiento puede ofrecer soluciones completas por sí solo.

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Mientras la interdisciplinariedad fomenta la colaboración entre disciplinas, la transdisciplinariedad
va más allá, buscando integrar el conocimiento en la práctica, y la metadisciplinariedad
organiza y reflexiona sobre los enfoques disciplinarios. Morin (2015) también introduce una
perspectiva antropoética del saber y la investigación científica, entendiendo el conocimiento
como una construcción humana influenciada por valores, ética y cultura. Este enfoque
destaca la importancia de considerar las dimensiones humanas y sociales en la investigación,
reconociendo que el conocimiento no es neutral, sino que está impregnado de significados
culturales y éticos. El diálogo entre saberes, en este sentido, no solo busca la integración
técnica, sino una comprensión profunda de cómo las distintas formas de conocimiento son
influenciadas por las prácticas y valores humanos. Así, la investigación se enriquece al incluir
estas dimensiones, ofreciendo una visión más completa y responsable de la realidad.
La apuesta por un diálogo innovador entre saberes, basado en la lógica del tercero incluido—
un elemento emergente del antagonismo entre dos premisas aparentemente irreconciliables—
se convierte en una estrategia esencial para enfrentar la complejidad y ambigüedad de los
problemas contemporáneos. Esta lógica permite superar dicotomías y enfoques excluyentes,
promoviendo en su lugar soluciones integradoras y dinámicas. Así, la integración de diversas
disciplinas y perspectivas surge como una vía compleja-dialógica-deconstructiva, capaz de
generar activamente un conocimiento más inclusivo y flexible. Este enfoque no solo aspira
a abordar la complejidad intrínseca de los fenómenos, sino que también promueve un
entendimiento ético y humanista en la investigación y práctica científica.
Conclusiones
El estudio de la epistemología pone de manifiesto la complejidad en la creación, validación
y aplicación del conocimiento a través de diversas disciplinas. Sin embargo, la integración y
el diálogo entre diferentes formas epistemológicas, incluidas las epistemologías de primer,
segundo y tercer orden, así como los saberes ancestrales, han sido limitados. Esta falta
de interacción impide una visión integradora y enriquecedora del conocimiento, lo cual es
fundamental para explorar cómo fomentar una integración más eficiente y no insular entre
saberes. La fragmentación epistemológica representa un obstáculo importante para lograr
una comprensión holística del conocimiento, por lo que superar estas barreras requiere una
reflexión crítica y la integración de perspectivas diversas, saberes, epistemes y disciplinas
con el fin de construir un conocimiento interconectado y socialmente útil.
Según lo expuesto en este artículo, la fragmentación epistemológica se adentra en la estructura
del sistema educativo y la dominancia de paradigmas científicos específicos. Por ello, la
reforma de los sistemas educativos y la promoción de enfoques inter, trans y metadisciplinarios
son esenciales para integrar distintas perspectivas y lograr un religaje más eficiente entre los
conocimientos. El fraccionamiento epistemológico tiene efectos negativos tanto en la teoría
como en la práctica, en la educación y la investigación. En la práctica profesional, la falta de una

17
visión integradora puede dar lugar a soluciones parciales e inapropiadas, por lo que se hace
urgente la incorporación de enfoques integrativos, emergentes, dialógicos, flexibles y reflexivos.
El abordaje de esta ruptura epistemológica requiere, fundamentalmente, un esfuerzo
consciente por fomentar un diálogo inclusivo y empático entre saberes. En este sentido,
adoptar una perspectiva de tercer orden, que permita una reflexión metacognitiva sobre los
fundamentos del conocimiento, facilita esta integración. Las epistemologías de los pueblos
ancestrales y las epistemologías del Sur amplían la teoría del conocimiento al valorar tanto
los métodos tradicionales y espirituales como la sabiduría ancestral. Estas epistemologías
desafían las perspectivas eurocéntricas de la ciencia, promoviendo una diversidad de saberes
que enriquecen el diálogo académico.
Es importante señalar que la evolución del pensamiento epistemológico, desde la antigüedad
hasta la modernidad, refleja una constante búsqueda por comprender la naturaleza del
conocimiento y su origen, en diálogo con el pensamiento epistemológico-ontológico. Esta
búsqueda no solo aborda la reflexión sobre los métodos de construcción del conocimiento,
sino que también busca comprender la diversidad del mundo social y del universo. Durante
la Edad Media, el debate sobre la integración de la razón y la revelación divina influyó en la
estructuración del conocimiento y en la aplicación de principios éticos, una influencia que
persiste en la ciencia contemporánea.
La modernidad transformó la epistemología con enfoques que enfatizan la duda metódica y
el análisis crítico. Estos enfoques no solo moldean la metodología científica actual, sino que
también influyen en la comprensión de la evidencia y el conocimiento en la investigación y la
educación contemporáneas. Así, el pensamiento filosófico actual se orienta hacia una visión
más integrativa, inter y transdisciplinaria del conocimiento, lo que enfatiza la necesidad de
construir nuevas epistemes que reactualicen, cuestionen y robustezcan los saberes previos,
en línea con la complejidad de los problemas contemporáneos. Por tanto, la incorporación
de enfoques diversos en la epistemología moderna subraya la necesidad de considerar no
solo los elementos aislados, sino también las interacciones, las conexiones, las resistencias,
las emergencias y las interrelaciones entre ellos. Este enfoque busca una comprensión más
completa e integrativa, capaz de abordar los desafíos complejos del mundo actual.
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Sobre el autor
José Alonso Andrade Salazar
Es docente Investigador de la Corporación universitaria Minuto de Dios, docente invitado al
doctorado en Educación superior de la Universidad de El Salvador, Psicólogo de la Universidad
Politécnica Salesiana de Quito, Ph.D. Pensamiento complejo de Multiversidad Mundo Real
Edgar Morin (México), Magister en Investigación Integrativa (México), Posdoctor en Educación,
investigación y complejidad de la Escuela Militar de Ingeniería (Bolivia), Especialista en

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gerencia de proyectos de desarrollo de la Universidad La Gran Colombia, Especialista en
ciencias de la complejidad (México). Investigador en temas de educación, reforma educativa,
currículo, decolonialidad y complejidad, etnoeducación, transdisciplinariedad, epistemología
de la psicología, ciencias sociales, de la complejidad y la transdisciplinariedad, investigación
relacional e integrativa, transmetodologías, educación superior, resistencia educativa-
pedagógica, acoso escolar, violencias lineales y no lineales, resistencia social, prevención de
conductas suicidas, entre otros intereses.
Financiamiento de la investigación
Con recursos propios.
Declaración de intereses
Declaro no tener ningún conflicto de intereses, que puedan haber influido en los resultados
obtenidos o las interpretaciones propuestas.
Declaración de consentimiento informado
El estudio se realizó respetando el Código de ética y buenas prácticas editoriales de publicación.
Derecho de uso
Copyright (c) (2025) José Alonso Andrade Salazar
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