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el Congreso de la República de Guatemala.
Diálogos sobre epistemologías de primer, segundo y
tercer orden: del objetivismo clásico a la complejidad

transdisciplinaria

Dialogues on first, second, and third-order epistemologies: from classical objectivism

to transdisciplinary complexity

José Alonso Andrade Salazar

Doctor en Pensamiento complejo

Docente Corporación Universitaria Minuto de Dios. UNIMINUTO

Colombia

jose.andrade@uniminuto.edu; 911psicologia@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-7916-7409

Resumen

OBJETIVO:
tiene como propósito comprender la epistemología a través de sus tres órdenes —primer, segundo y
tercer orden—, analizando sus fundamentos, evolución histórica y aportes a la construcción de un conocimiento

más complejo e integrador. Se propone un recorrido que va desde el objetivismo clásico hasta la complejidad

transdisciplinaria, en el marco del diálogo inter y transdisciplinario.
MÉTODO: se realizó una revisión crítica de
literatura con enfoque cualitativo, basada en el transmétodo de comprensión inter y transdisciplinar. La selección

de fuentes incluyó textos clásicos y contemporáneos provenientes de bases académicas reconocidas, priorizando

la diversidad epistémica y el rigor argumentativo. El análisis se organizó en tres dimensiones: evolución histórica,

categorías ontológicas-metodológicas y potencial dialógico de cada orden epistemológico.
RESULTADOS:
El estudio evidencia que los tres órdenes epistemológicos —objetivista, constructivista y complejo— aportan

comprensiones diferenciadas del conocimiento. Mientras el primer orden fundamenta la ciencia clásica, el segundo

introduce reflexividad crítica, y el tercero propone una integración rizomática, ética y contextual. La articulación de

estos órdenes fortalece la praxis investigativa y educativa en contextos complejos.
CONCLUSIONES: integrar los
distintos niveles epistemológicos en un marco comprehensivo permite superar la fragmentación del conocimiento,

con ello, se reafirma la necesidad de fomentar el diálogo inter y transdisciplinario como vía para enriquecer la

producción de conocimiento situado, plural y relacional. Se invita a los investigadores a incorporar diversas

perspectivas que amplíen y profundicen la comprensión de los procesos cognitivos, sociales y culturales.

Recibido:
14/08/2024
Aceptado:
26/05/2025
Publicado:
30/06/2025
Referencia

Andrade Salazar, J. A. (2025). Diálogos sobre epistemologías de primer, segundo y tercer orden: del objetivismo

clásico a la complejidad transdisciplinaria.

Revista Científica del Sistema de Estudios de Postgrado
. 8(1). 1-23.
DOI:
https://doi.org/10.36958/sep.v8i1.304
1
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Abstract

OBJECTIVE:
this article aims to understand epistemology through its three orders—first, second, and third—
by analyzing their foundations, historical evolution, and contributions to the construction of a more complex

and integrative form of knowledge, particularly within the framework of inter- and transdisciplinary dialogue.

METHOD:
a critical literature review was conducted using a qualitative approach grounded in the transmethode
of inter- and transdisciplinary understanding. The selection of sources included classical and contemporary texts

from recognized academic databases, prioritizing epistemic diversity and argumentative rigor. The analysis was

structured into three dimensions: historical evolution, ontological-methodological categories, and the dialogical

potential of each epistemological order.
RESULTS: the study shows that the three epistemological orders—
objectivist, constructivist, and complex—offer distinct understandings of knowledge. The first order supports

classical science, the second introduces critical reflexivity, and the third proposes a rhizomatic, ethical, and

contextual integration. The articulation among these orders enhances investigative and educational practice

in complex contexts.
CONCLUSIONS: integrating the different epistemological levels within a comprehensive
framework helps overcome the fragmentation of knowledge. The article reaffirms the need to foster inter- and

transdisciplinary dialogue as a pathway to enrich the production of situated, plural, and relational knowledge.

Researchers are encouraged to incorporate diverse perspectives that broaden and deepen the understanding of

cognitive, social, and cultural processes.

Keywords

Epistemology, classical objectivism, critical constructivism, epistemic complexity, transdisciplinarity, epistemological

pluralism, ancestral knowledge, dialogue of knowledge

Palabras clave

epistemología, objetivismo clásico, constructivismo crítico, complejidad epistémica, transdisciplinariedad,

pluralismo epistemológico, saberes ancestrales, diálogo de saberes
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Introducción

El estudio de la epistemología ha sido crucial para comprender cómo se genera, valida y

aplica el conocimiento en diversas disciplinas. No obstante, a pesar de su relevancia, persiste

una escasa articulación entre las distintas formas epistemológicas, especialmente cuando se

consideran los enfoques de primer, segundo y tercer orden. Esta fragmentación se acentúa

al incluir las epistemologías de los pueblos ancestrales, históricamente marginadas por el

pensamiento académico occidental (Smith, 1999).

Este artículo propone un análisis crítico y propositivo sobre cómo estos enfoques pueden dialogar

e integrarse para enriquecer la praxis reflexiva y profesional de investigadores y agentes del

conocimiento. El problema central radica en la segmentación epistemológica. La epistemología

de primer orden se enfoca en la generación del conocimiento desde los principios básicos de

las ciencias formales y naturales, incluyendo el legado filosófico de la Antigüedad y la Edad

Media. La epistemología de segundo orden, surgida en el Renacimiento y consolidada en la

modernidad y posmodernidad, cuestiona críticamente la validez y estructura del conocimiento,

y abre paso a perspectivas que desafían los paradigmas dominantes, en especial en educación,

investigación y ciencia. Por su parte, la epistemología de tercer orden implica una metarreflexión

compleja, integradora y transdisciplinaria, que revisa los fundamentos del conocimiento, sus

límites y sus implicaciones ontológicas y éticas (Morin, 2008).

En el plano académico, la epistemología de primer orden se manifiesta en métodos científicos

rigurosos y replicables, aunque muchas veces excluye saberes que no se ajustan a estos

criterios, como los conocimientos ancestrales basados en la oralidad, la experiencia y la

tradición (Battiste, 2002). La epistemología de segundo orden se expresa, por ejemplo, en los

debates sobre la naturaleza del conocimiento científico y los cambios paradigmáticos como los

propuestos por Thomas Kuhn (1962). Ambas son relevantes, empero, sin una epistemología

de tercer orden, en la praxis se pueden generar soluciones fragmentadas, limitadas para

responder en clave de religaje a la complejidad de los problemas contemporáneos (Andrade,

2020, 2023).

Las causas de la desconexión entre saberes son múltiples. Destacan la estructura del sistema

educativo occidental, que divide el conocimiento en compartimentos funcionales al poder

(Foucault, 1972), y la hegemonía del paradigma positivista, que ha desvalorizado saberes

alternativos y epistemologías críticas (Habermas, 1985). A esto se suma la resistencia

institucional al cambio y la escasa formación inter y transdisciplinaria, lo que dificulta la

integración de múltiples perspectivas en la investigación y en la acción profesional.

Esta fragmentación epistemológica tiene consecuencias tanto teóricas como prácticas.

Académicamente, perpetúa una visión reducida, lineal y excluyente del conocimiento, que

ignora la diversidad de saberes, experiencias y prácticas socioculturales, lo que limita la

capacidad para abordar problemas complejos de forma dialógica y multidimensional; así
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como también, la aplicación de soluciones parciales, sesgadas y poco efectivas, que pueden

reforzar desigualdades y exclusiones (Battiste, 2002).

Una posible vía para superar esta división es fomentar un diálogo inter y transdisciplinario que

sea inclusivo, empático y recursivo entre epistemologías y disciplinas. Ello exige reconocer

el valor de los saberes ancestrales y las epistemologías críticas, integrándolos en el currículo

académico y en la formación profesional. Además, es clave adoptar una perspectiva de

tercer orden que promueva la metarreflexión y la integración de múltiples saberes mediante

metodologías complejas, antimetódicas y no lineales, y tal como lo señala Morin (1973, 1977),

alejadas del paradigma tradicional cartesiano.

Este proceso debe estar acompañado de políticas interinstitucionales que impulsen la

formación inter y transdisciplinaria y la creación de espacios académicos para la reflexividad,

la investigación y el diálogo de saberes. Así, será posible avanzar hacia un conocimiento

más complejo, plural y situado, fundamentado en el paradigma de la complejidad y en

modelos emergentes que favorezcan la colaboración entre disciplinas, culturas, contextos y

experiencias.

Materiales y Métodos

Esta investigación, de enfoque cualitativo y exploratorio-reflexivo, se apoya en el transmétodo

de Comprensión Inter y Transdisciplinar (Andrade, 2024b), que busca superar los límites

disciplinares mediante la integración de múltiples perspectivas. Se fomenta así un diálogo

activo entre saberes, reconociendo su interdependencia y complementariedad en la

construcción del conocimiento.

La selección bibliográfica se basó en la relevancia teórica, la actualidad y el impacto en

el pensamiento epistemológico. Se priorizaron textos fundamentales, incluidos aportes de

tradiciones culturales diversas y saberes ancestrales. La búsqueda se realizó en bases

académicas, revisiones de alto impacto y fuentes especializadas revisadas por pares,

garantizando rigor y calidad. Este corpus permite proponer un marco comprensivo para

analizar los distintos órdenes epistemológicos y su posible integración.

Acerca de la epistemología

La epistemología es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el origen y el alcance del

conocimiento, analizando cómo se forma, se valida y transforma mediante diversos procesos,

técnicas y métodos. Su objetivo es entender cómo se desarrollan y cambian las creencias

y los saberes humanos, estableciendo bases sólidas para la adquisición y evaluación del

conocimiento. Según la Real Academia Española (2001), el término epistemología proviene
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del griego ἐπιστήμη (epistḗmē), que significa conocimiento, y el sufijo -logía, y se define como

la teoría de los fundamentos y métodos del conocimiento científico. También conocida como

gnoseología, se ocupa del origen, naturaleza y límites del conocimiento humano (Ferrater-

Mora, 2001).

La epistemología se centra en cómo se adquiere y valida el conocimiento científico, explorando

los principios y metodologías que sustentan las prácticas científicas. A continuación, se

presenta un breve recorrido histórico organizado por periodos, destacando a algunos de los

pensadores más influyentes de cada época, como Aristóteles, Hume, Kant, Popper y Morin,

entre otros, y sus contribuciones clave al pensamiento epistemológico. Este recorrido puede

ampliarse con más autores y enfoques, mostrando cómo la epistemología ha evolucionado

en respuesta a los cambios culturales, científicos y tecnológicos, aunque aquí se ofrece una

versión resumida para brindar una visión integradora de la ciencia y su papel en la construcción

del conocimiento.

Como estudio de los fundamentos del conocimiento, la epistemología tiene sus raíces en la

filosofía presocrática, donde pensadores como Tales de Mileto y Anaximandro comenzaron a

explorar la naturaleza del saber y la realidad, sentando las bases para futuras investigaciones.

Los presocráticos se centraron en comprender el cosmos y los principios fundamentales

de la existencia, planteando preguntas sobre el origen y la validez del conocimiento, sin

recurrir a explicaciones mitológicas, lo que marcó un hito en la evolución del pensamiento

epistemológico.

El periodo socrático, con figuras como Sócrates y Platón, continuó el desarrollo de la

epistemología a través del diálogo y la crítica. Sócrates, mediante un método que combinaba

la dialéctica —centrada en el arte de refutar mediante preguntas— y la mayéutica —orientada

a ayudar al interlocutor a descubrir el conocimiento por sí mismo—, cuestionó las certezas

establecidas y buscó definir conceptos fundamentales como la justicia y la virtud. Por su parte,

Platón introdujo la teoría de las Ideas, según la cual el conocimiento verdadero proviene del

mundo de las Ideas inmutables, en contraste con la realidad sensible y cambiante.

En el periodo aristotélico, Aristóteles formuló una epistemología empírica y sistemática,

estableciendo principios sobre cómo conocer y comprender el mundo mediante observación,

clasificación y razonamiento inductivo, lo que sentó las bases, grosso modo, de la epistemología

moderna.

Durante la época helenística, pensadores como Zenón de Citio, Epicteto, Séneca, Pirrón de Elis,

y los epicúreos como Epicuro y Lucrecio, desarrollaron nuevas perspectivas epistemológicas.

Los epicúreos destacaron la importancia de las sensaciones y experiencias personales en la

construcción del conocimiento. Aunque Aristóteles no fue un pensador helenístico, su enfoque

empírico influyó considerablemente en el pensamiento posterior (Copleston, 1960; Jaeger, 2001).
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En la Edad Media, la epistemología se fusionó con la teología y la filosofía escolástica.

Pensadores como Santo Tomás de Aquino y San Agustín trataron la relación entre la fe y la

razón, buscando reconciliar la filosofía aristotélica con la doctrina cristiana. Aquino defendió que

la razón y la fe pueden coexistir y complementarse en la búsqueda de la verdad, influenciando

profundamente la concepción del conocimiento en la Edad Media.

El Renacimiento representó un resurgimiento del interés por el conocimiento empírico y

científico, con figuras como Francis Bacon (1620), quien promovió el método inductivo, y

René Descartes, que defendió el método deductivo y la importancia de la razón. Este periodo

marcó un punto de inflexión en la epistemología, con un enfoque renovado en la observación

y la experimentación.

En la era moderna, autores como David Hume e Immanuel Kant cuestionaron la certeza

de la inducción y exploraron cómo la ciencia contribuye a la comprensión de la realidad.

Auguste Comte, con el positivismo, aportó una visión progresiva del conocimiento científico.

En la época contemporánea, filósofos como Thomas Kuhn, con su teoría de los paradigmas

y las revoluciones científicas, e Imre Lakatos (1978), con su propuesta de programas de

investigación que combinan elementos del racionalismo crítico y del historicismo, contribuyeron

significativamente a la diversificación y complejización del pensamiento epistemológico, al

mostrar que la ciencia no avanza linealmente, sino a través de rupturas, controversias y

núcleos teóricos en evolución.

La crítica a la objetividad y la pluralidad de métodos, propuesta por Paul Feyerabend, Hilary

Putnam, Sandra Harding y Nancy Cartwright, refleja la complejidad del conocimiento moderno.

Asimismo, Mario Bunge destacó la epistemología como una disciplina centrada en la ciencia,

mientras que Edgar Morin ofreció una visión basada en la complejidad y la integración de

saberes heterogéneos. Basarab Nicolescu abogó por la transdisciplinariedad para enfrentar

la fragmentación del conocimiento, e Ilya Prigogine exploró la complejidad en los sistemas

dinámicos. También, Julia Kristeva y Denise Najmanovich abordaron la intersección entre

conocimiento, subjetividad y contexto cultural, mostrando cómo la epistemología ha transitado

de una visión universalista a una más plural y contextual, capaz de responder a los desafíos

contemporáneos.

Filosofía de la Ciencia

La filosofía de la ciencia es un campo de la filosofía que analiza los fundamentos, métodos e

implicaciones del conocimiento científico, examina cómo se desarrolla, valida y aplica dentro de

las diversas disciplinas científicas, y ofrece una reflexión crítica sobre los principios y prácticas

que sustentan la investigación. Estudia conceptos como la naturaleza de las leyes científicas,

la estructura de las teorías, la relación entre observación y teoría, y el concepto de evidencia,

así como su interpretación para validar o refutar hipótesis. Consolidada como campo distintivo
7
en el siglo XX, sus raíces se encuentran en los trabajos de filósofos clave de épocas anteriores.

René Descartes (1596-1650) estableció bases fundamentales con su método cartesiano y la

duda metódica, promoviendo una comprensión sistemática del conocimiento científico (Morillo-

Velarde, 2001). Descartes defendió la razón y los principios deductivos en la fundamentación

de la ciencia moderna, introduciendo el método cartesiano, que enfatiza la duda metódica y

el uso de la razón para alcanzar conocimientos indudables. Francis Bacon (1561-1626), en

su obra Novum Organum, destacó el método inductivo y la importancia de la experimentación

empírica, influyendo de manera decisiva en la metodología científica. Bacon, considerado

uno de los padres del empirismo moderno, promovió la observación y acumulación de datos

para formar teorías, cimentando así las bases para la ciencia experimental.

Isaac Newton (1687), con su Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica, impactó

profundamente la filosofía de la ciencia al proponer un universo ordenado y regido por leyes

universales explicables matemáticamente mediante la mecánica newtoniana. Más tarde,

David Hume (1711–1776) planteó interrogantes cruciales sobre la causalidad y la inducción,

desafiando las bases del conocimiento científico. En 1748, Hume cuestionó la inducción,

argumentando que no hay razón lógica para suponer que el futuro se parecerá al pasado,

así, introdujo el problema de la inducción, un desafío fundamental para la justificación de las

leyes científicas basadas en la experiencia. Immanuel Kant (1724–1804), en su Crítica de la

razón pura, exploró cómo las percepciones y conceptos estructuran la experiencia del mundo,

influyendo en la construcción del conocimiento científico.

Kant (1781) incluyó la idea de que la ciencia no solo describe la realidad, sino que también

contribuye a estructurar su comprensión. Según él, el conocimiento científico resulta de

la interacción entre la experiencia y las estructuras a priori de la mente. Augusto Comte

(1798-1857), fundador del positivismo, sostuvo que el progreso del conocimiento científico

avanza a través de etapas sucesivas, desde lo teológico hasta lo positivo, donde prevalecen

la observación empírica y el razonamiento lógico. Estos pensadores establecieron los

fundamentos conceptuales y metodológicos que fueron desarrollados y consolidados en el

siglo XX por filósofos como Karl Popper, Thomas Kuhn, Imre Lakatos y Paul Feyerabend.

Karl Popper (1902-1994) formuló el principio de falsabilidad como criterio entre lo científico

y lo no científico. Para Popper (1959), una teoría es científica si puede ser falsada, es decir,

si puede ser sometida a pruebas que la refuten. Thomas Kuhn (1922-1996) introdujo la

idea de que el desarrollo científico ocurre dentro de paradigmas, marcos de referencia que

guían la investigación, y presentó los cambios de paradigma, revoluciones científicas donde

se sustituyen paradigmas obsoletos. Imre Lakatos (1922-1974) desarrolló el concepto de

programas de investigación, sugiriendo que una teoría científica se evalúa en función de su

capacidad para prever nuevos hechos y su coherencia interna. Paul Feyerabend (1924-1994)

criticó la idea de un método único y destacó la pluralidad de métodos en la práctica científica,

abogando por un enfoque anárquico en el que la creatividad y la diversidad metodológica

sean esenciales para el progreso.
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Hilary Putnam (1981) contribuyó al debate sobre el realismo científico y la relación entre

ciencia y filosofía, abogando por un realismo pragmático que reconozca la práctica científica

como una actividad humana situada. Sandra Harding (1991) introdujo un enfoque feminista en

la filosofía de la ciencia, resaltando cómo el género influye en la producción de conocimiento,

cuestionando las suposiciones androcentristas y abogando por una epistemología “de

punto de vista” que incorpore las experiencias de grupos marginalizados. Nancy Cartwright

(1983) analizó cómo las teorías científicas deben ser contextualizadas en sus aplicaciones,

subrayando que las leyes científicas son representaciones idealizadas que requieren ser

adaptadas a los contextos específicos.

Alfredo Jaar (1987) propuso una crítica desde el arte hacia la ciencia, cuestionando la

objetividad y la neutralidad científica. Jaar utilizó el arte como medio para reflexionar sobre las

implicaciones sociales y éticas de la ciencia. Barad (2007), desde una perspectiva filosófica

y científica, exploró la intersección entre ambos campos a través del concepto de intra-

acción, sugiriendo que los fenómenos son co-constitutivos, es decir, los objetos y sujetos

se forman mutuamente en el proceso de observación. Mario Bunge, por su parte, vinculó la

epistemología directamente con la filosofía de la ciencia, subrayando su rol en el análisis crítico

de los principios y resultados científicos, y promoviendo un enfoque riguroso y coherente en

la metodología científica.

Bunge (1967) distinguió dos enfoques epistemológicos: en el ámbito anglosajón, la

epistemología se refiere al estudio de la naturaleza, origen y límites del conocimiento humano,

mientras que en el francés, la reflexión sobre la ciencia se enfoca en una crítica profunda a los

fundamentos, principios y resultados científicos. Esta diferencia refleja una distinción entre el

interés por el conocimiento en general en el mundo anglosajón y la crítica más centrada en

las estructuras y prácticas científicas en la tradición francesa.

Epistemologías de los pueblos ancestrales

Aunque en este artículo se ha propuesto una lectura que ubica a las epistemologías de los

pueblos ancestrales y del Sur dentro del segundo orden, es importante aclarar que estas

tradiciones epistémicas no emergen como una crítica interna al conocimiento moderno, sino

como formas originarias, autónomas y frecuentemente anteriores a la modernidad. Por tanto,

su inclusión en este marco responde más a un ejercicio de diálogo que a una clasificación

estricta. Algunas de estas epistemologías, por su carácter holístico, ético, espiritual y

ontológicamente relacional, se alinean más con los principios del tercer orden.

Las epistemologías de los pueblos ancestrales y las epistemologías del sur amplían de

manera crítica y contextualizada la teoría del conocimiento, contrastando y complementando

las perspectivas occidentales tradicionales. En términos generales, ambas responden a

las epistemologías de segundo orden, pero en ellas, la comprensión del sujeto y del objeto

se presenta como una dinámica multidireccional y no lineal lo que revela su propensión
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a epistemologías de tercer orden. En el caso de los pueblos ancestrales, cuya sabiduría

perdura hoy en día a través de cosmovisiones y ritualidades tradicionales, la construcción del

conocimiento se basa en métodos empíricos, mitologías, prácticas espirituales y transmisión

oral. Estos enfoques no solo preservan información histórica, sino que también enriquecen el

conocimiento práctico y espiritual de las comunidades (Battiste, 2002; Smith, 1999).

Además, las epistemologías de los pueblos ancestrales incluyen una reflexión crítica sobre

su propia ciencia, entendida como los conocimientos y prácticas específicas de cada cultura,

similar a la tradición francesa de la epistemología, que examina y cuestiona los fundamentos

y la legitimidad del conocimiento en relación con su contexto cultural. Este análisis subraya la

importancia de las interacciones entre naturaleza y sociedad, destacando la sostenibilidad y el

equilibrio ecológico como componentes esenciales del conocimiento (Feyerabend, 1975). En

este sentido, las epistemologías ancestrales consideran la ciencia como una práctica integrada

en la vida cotidiana y el entorno natural, rechazando la separación entre conocimiento y

aplicación práctica (Viveiros de Castro, 2004).

Por su parte, las epistemologías del sur abordan la generación y validación del conocimiento

en contextos históricamente marginados. Este enfoque desafía las perspectivas eurocéntricas

y reivindica los saberes locales, populares y comunitarios como formas legítimas de

conocimiento.

En este marco de epistemologías de segundo orden, la pluralidad y la inclusión de diversas

fuentes de conocimiento son elementos clave, contrastando con la tendencia occidental hacia

la homogeneización del saber (De Sousa-Santos, 2014). Las epistemologías del sur abogan

por una ciencia más inclusiva y equitativa, reconociendo los saberes emergentes de las luchas

de los pueblos oprimidos (Escobar, 2007).

En ciertos aspectos, las epistemologías del sur también critican -como lo hacen las

epistemologías francesas- la ciencia dominante y sus fundamentos. Este enfoque se centra en

descolonizar el conocimiento, cuestionando los supuestos y jerarquías epistemológicas que

han excluido o subyugado otros saberes (Mignolo, 2009). Según De Sousa-Santos (2014),

la ciencia debe reconocer la diversidad epistemológica, promoviendo una mayor equidad

en la producción y validación del conocimiento y desafiando las estructuras de poder que

perpetúan la exclusión de saberes no occidentales.

Tanto las epistemologías de los pueblos ancestrales como las epistemologías del sur amplían

la noción de conocimiento más allá de los límites occidentales, incorporando saberes prácticos,

espirituales y comunitarios. Esta expansión desafía la exclusividad de la ciencia occidental,

proponiendo una visión más inclusiva y diversa del conocimiento. La crítica y reflexión

presentes en ambas epistemologías se alinean con la tradición francesa, al cuestionar las

estructuras de poder en la producción del conocimiento global y reflexionar sobre los propios

fundamentos y métodos de estos saberes (Feyerabend, 1975; De Sousa-Santos, 2014).
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Ambas perspectivas enfatizan la importancia del contexto cultural y la pluralidad de

saberes, rechazando la universalidad y hegemonía de la ciencia occidental. Promueven

una comprensión más amplia y diversa de lo que constituye conocimiento válido y científico,

destacando que el saber no es monolítico, sino plural y contextual (Smith, 1999; Viveiros de

Castro, 2004). Siguiendo los análisis anglosajón y francés, estas epistemologías enriquecen

y diversifican la comprensión del conocimiento y la ciencia, integrando perspectivas críticas

y contextuales que desafían las hegemonías epistemológicas y promueven un diálogo más

inclusivo y equitativo.

Cabe destacar que tanto las epistemologías de los pueblos ancestrales como las epistemologías

del sur son legítimas, pues ofrecen marcos coherentes y sistemáticos para la generación,

validación y aplicación del conocimiento. Estas epistemologías resisten las limitaciones

impuestas por la epistemología occidental dominante, particularmente en lo que respecta a

la validez científica de sus saberes. Los pueblos ancestrales, por ejemplo, utilizan métodos

empíricos tradicionales, mitologías, prácticas espirituales y la transmisión oral para construir un

conocimiento profundamente arraigado en sus contextos culturales y ecológicos. Estos modos

de conocimiento incluyen la intuición y la sabiduría ancestral, validándose y transmitiéndose

de generación en generación, mostrando una robusta estructura epistemológica.

Por otro lado, las epistemologías del sur se centran en cómo se genera y valida el conocimiento

en contextos históricamente marginados, reivindicando los saberes locales y comunitarios

como formas legítimas de conocimiento. Estas epistemologías critican las jerarquías de la

ciencia occidental, promoviendo una visión plural y equitativa que reconoce la diversidad

epistemológica y el valor de los saberes situados en experiencias de lucha y resistencia. De

esta manera, desafían el eurocentrismo y proponen epistemes emergentes, sustentando su

legitimidad como epistemologías críticas e integradoras.

Algunas corrientes epistemológicas contemporáneas y ancestrales pueden no ajustarse

plenamente a una única categoría de orden. Tal es el caso de las epistemologías indígenas

que combinan saber empírico, espiritualidad, relacionalidad y memoria colectiva, o de

propuestas filosóficas como la de Barad (2007), que desde una ontología agencial rompe

con las separaciones clásicas sujeto-objeto. Estas formas híbridas o transversales invitan a

pensar el conocimiento no desde órdenes fijos, sino desde trayectorias rizomáticas, donde lo

primero, segundo y tercero coexisten en tensión y complementariedad.

Evolución del pensamiento epistemológico

La evolución del pensamiento epistemológico, desde la antigüedad hasta la modernidad,

refleja una búsqueda continua por comprender la naturaleza del conocimiento y su origen.

En la antigüedad, filósofos como Tales de Mileto y Anaximandro, con sus propuestas sobre

el agua como arche y el apeiron como principio primordial, anticiparon la moderna búsqueda

de teorías unificadoras en la física. La exploración de una esencia primordial que explique la
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diversidad del cosmos guarda paralelismos con las investigaciones actuales sobre la materia

y energía oscuras, mostrando cómo las inquietudes epistemológicas antiguas continúan

influyendo en la ciencia contemporánea (Polchinski, 1998; Bertone & Hooper, 2005).

Durante la Edad Media, el debate sobre la integración de la razón y la revelación divina

dominó el pensamiento epistemológico. La idea de armonizar la razón con la fe, central

en el pensamiento medieval, sigue vigente en el debate ético y moral contemporáneo,

particularmente en campos como la biotecnología y la tecnología. Esta visión revela cómo

la filosofía medieval no solo influyó en la estructuración del conocimiento, sino también en

la aplicación de principios éticos en el contexto actual, reflejando la persistencia de estos

debates hasta la era moderna (Corman et al., 1990).

La modernidad trajo consigo una transformación significativa en la epistemología, con énfasis

en la duda metódica y el análisis crítico. El método de duda metódica, que buscaba una certeza

indudable a través de la duda sistemática, y el principio de falsabilidad, que promueve la

refutación de teorías como criterio de demarcación científica, continúan siendo fundamentales

en la epistemología contemporánea. Estas ideas influyen tanto en la metodología científica

actual como en la comprensión crítica de la evidencia, mostrando cómo las concepciones

modernas del conocimiento siguen siendo esenciales en la investigación presente (Descartes,

1641; Popper, 1959).

Al presente, el pensamiento filosófico tiende hacia una visión más integradora e inter y

transdisciplinaria del conocimiento, aunque persisten los vestigios de la histórica separación

entre las ciencias y las humanidades, lo que sigue condicionando ciertos marcos epistémicos.

Esta perspectiva integradora subraya la necesidad de construir nuevas epistemes de tercer

orden, capaces de cuestionar, deconstruir y robustecer los saberes de segundo orden

en respuesta a los cambios, la multidimensionalidad y la complejidad de los problemas

contemporáneos. Las epistemologías de tercer orden son fundamentales para abordar

problemas multifacéticos y dinámicos que no pueden ser comprendidos adecuadamente

desde enfoques reduccionistas o unidimensionales. Esto permite una comprensión más

empática, flexible y conectada del conocimiento, reflejando la interdependencia entre los

diferentes campos del saber y respondiendo de manera más efectiva a los retos actuales, en

términos de reflexividad dialógica y no lineal.

En este sentido, la epistemología de segund
o orden se centra en analizar no solo el
conocimiento, sino también las condiciones bajo las cuales este conocimiento es producido

(Andrade, 2024, 2024a). A diferencia de enfoques anteriores que se ocupan del conocimiento

objetivo, la epistemología de segundo orden reconoce al sujeto como un producto de procesos

biológicos y sociales, lo que implica considerar su contexto en la producción del conocimiento.

Esta perspectiva desafía la noción de un sujeto neutral y objetivamente capaz de conocer,

destacando la importancia de contextualizar y reconocer al sujeto como un observador

contextual. Además, la integración de teorías como la de sistemas, la transdisciplinariedad y el
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pensamiento complejo subraya la necesidad de comprender no solo los elementos aislados,

sino las interacciones entre ellos, promoviendo una epistemología que se adapta mejor a la

naturaleza dinámica y compleja de la realidad.

De este modo, la evolución del pensamiento epistemológico no solo responde a la acumulación

de conocimiento, sino a una transformación en la forma en que se entiende cómo se genera,

organiza y aplica dicho conocimiento en un mundo en constante cambio.

Tres niveles u órdenes de la epistemología

Aunque la distinción entre epistemologías de primer, segundo y tercer orden puede parecer

secuencial, es fundamental aclarar que estos órdenes no deben entenderse como etapas

evolutivas ni jerárquicas, sino como modos distintos de relación con el conocimiento. Cada

uno responde a diferentes preguntas ontológicas, metodológicas y éticas. En muchos casos,

coexisten de forma simultánea en la práctica investigativa, pedagógica o comunitaria, y su

comprensión articulada permite enriquecer el diálogo epistémico contemporáneo.

Si bien, la epistemología no se divide estrictamente de forma histórica, este artículo explora

diversos aportes y consensos que permiten conceptualizar epistemologías de primer, segundo

y tercer orden, siendo la última una invitación a abrir nuevos horizontes en los escenarios

epistémicos, discursivos, educativos e investigativos, apuesta que también ha sido examinada

por diversos autores (Giere, 2006; Ladyman, 2002; Quine, 1969).

Esta perspectiva responde a los desafíos contemporáneos, las emergentes tecnologías de la

información y la comunicación, y las problemáticas actuales de la humanidad. El objetivo no es

fragmentar ni aislar cada etapa, sino comprenderlas como parte de un continuo, reconociendo

que los procesos históricos no siguen trayectorias lineales. A lo largo de este recorrido, se

identifican las principales contribuciones de distintos enfoques y autores que abordan los

interrogantes fundamentales de cada época. A continuación, se exponen las epistemologías

y sus aportes clave.

La epistemología de primer orden, también conocida como epistemología clásica, se centra

en la búsqueda de un conocimiento objetivo y universal. Esta perspectiva se funda en la

convicción de que es posible alcanzar una comprensión verdadera del mundo mediante

métodos rigurosos y empíricos. Aunque abarca la generación de conocimiento filosófico en las

eras antigua y medieval, su pleno desarrollo se da en el Renacimiento, con René Descartes

como un referente crucial. Descartes establece un método de duda metódica orientado a

asegurar certezas indudables (Descartes, 1641). El positivismo de Augusto Comte (1875)

también juega un papel central, al subrayar la importancia de la observación empírica y el

método científico como pilares del conocimiento. La epistemología de primer orden se basa

en la premisa de que la realidad es susceptible de ser conocida objetivamente, y que el

conocimiento se construye mediante la acumulación progresiva de hechos verificables.
13
Este enfoque fue fundamental para el desarrollo de la ciencia moderna, promoviendo la

objetividad y la universalidad de los principios científicos, aunque ha sido objeto de críticas

por su tendencia a ignorar la influencia del observador en el proceso de conocimiento. En la

ontología de la epistemología de primer orden, se asume una concepción objetiva y realista

de la realidad. Según esta visión, el mundo existe independientemente del observador, y

es posible acceder a una verdad universal a través del método científico y la observación

empírica (Gilson, 2014). Esta postura está alineada con el realismo clásico, donde las

entidades y fenómenos poseen una existencia autónoma que puede ser descrita de forma

precisa mediante el análisis racional y empírico. René Descartes y Auguste Comte son

exponentes clave de esta perspectiva, con Descartes buscando certezas indudables mediante

la razón (Descartes, 1641), y Comte sosteniendo que el conocimiento verdadero proviene de

la observación empírica y el método científico (Comte, 1848).

La epistemología de segundo orden surge como una respuesta crítica a las limitaciones de

la epistemología de primer orden, reconociendo que el conocimiento está influenciado por el

observador y su contexto (Sotolongo & Delgado, 2006). Figuras como Heinz von Foerster y

Humberto Maturana son clave en este enfoque. Von Foerster (1981) desarrolló la cibernética

de segundo orden, donde enfatiza que los observadores son parte del sistema que observan,

lo que implica que la objetividad total es inalcanzable. Maturana y Francisco Varela, con

su teoría de la autopoiesis, afirman que el conocimiento es una construcción activa del

observador en interacción con su entorno (Maturana & Varela, 1980). Este enfoque subraya

que el conocimiento no es un reflejo pasivo de la realidad, sino una construcción dinámica

influenciada por las experiencias y perspectivas del observador. Así, la epistemología de

segundo orden amplía la comprensión del conocimiento al integrar la subjetividad y el contexto,

reconociendo la importancia de la reflexividad y la auto-referencia en la investigación.

En la ontología de la epistemología de segundo orden, se reconoce que la realidad no es

completamente objetiva, sino que está influenciada por el observador y su contexto. Desde esta

perspectiva, el conocimiento es visto como una construcción interactiva entre el observador y

su entorno. Esto implica que la realidad es subjetiva y depende de la experiencia y percepción

del observador. Heinz von Foerster y Humberto Maturana son representantes destacados de

esta visión, con Von Foerster (1981) subrayando que los observadores son parte del sistema

observado, y Maturana y Varela (1980) sosteniendo que el conocimiento es una construcción

activa en interacción con el entorno. La epistemología de segundo orden reconoce que la

subjetividad y el contexto del observador son componentes fundamentales en la construcción

del conocimiento.

En este aspecto, la certeza absoluta se muestra inalcanzable y la epistemología de primer

orden, con su tendencia analítica-explicativa, se revela insuficiente. En realidad, el conocimiento

es dinámico y se encuentra en constante coevolución. La epistemología de segundo orden

plantea que el conocimiento surge de un proceso mental fluctuante y colectivo, orientado

hacia la transformación, y se encuentra inmerso en incertidumbres que superan los cimientos

absolutos de la certeza. A pesar de ello, es posible construir saberes bajo condiciones inciertas,
14
lo que remite a la epistemología de la complejidad, que aborda el conocimiento y la realidad

desde un enfoque integrador. Así, ambos enfoques, de primer y segundo orden, ofrecen

visiones contrastantes sobre el conocimiento, pero la epistemología de segundo orden abre

nuevos caminos para el diálogo y perspectivas emergentes.

La epistemología de tercer orden se distingue por su enfoque integrador y transformador,

buscando superar las limitaciones de los dos órdenes previos mediante la integración de diversas

perspectivas y niveles de realidad. Basarab Nicolescu y Edgar Morin son figuras clave en este

campo. Nicolescu (1996) aboga por la transdisciplinariedad, integrando diferentes disciplinas

y niveles de realidad, mientras que Morin (1998, 2015) promueve la metadisciplinariedad,

el pensamiento ecologizado, la antropoética y el pensamiento complejo, destacando la

interconexión de todos los aspectos del conocimiento. Aunque Morin es un representante

prominente de la epistemología de segundo orden, su pensamiento ha evolucionado de manera

creativa e innovadora hacia el tercer orden. La epistemología de tercer orden reconoce que

el conocimiento se construye a través de la interacción de diversas perspectivas y enfoques,

promoviendo un entendimiento más reticulado y adaptativo de los fenómenos.

En este enfoque, la epistemología contemporánea incorpora una dimensión ética y contextual,

donde la enacción y la co-creación de significados juegan un papel central. Esta visión

permite integrar los saberes de manera dinámica y continua, adaptándose a los retos del

contexto contemporáneo. La ontología en la epistemología de tercer orden es integradora

y dialógica, abarcando múltiples niveles de realidad y considerando tanto la objetividad

como la subjetividad. Este enfoque propone que la realidad es compleja y se construye a

partir de la interacción y el diálogo entre diferentes saberes y disciplinas. Nicolescu, con

su concepto de homo sui trascendentalis, y Morin, con el homo complexus, sugieren que

la transdisciplinariedad y la complejidad ofrecen una comprensión más completa de la

realidad humana en su multidimensionalidad. La epistemología de tercer orden reconoce que

el conocimiento no puede comprenderse completamente dentro de los límites de una sola

disciplina o nivel de realidad (Nicolescu, 2009; Prigogine & Stengers, 1979).

Morin (2004) propone una visión integradora de ideas, saberes, métodos, epistemes,

experiencias y sentidos, subrayando que la actividad cognoscitiva humana persiste en la

intención de interconectar el conocimiento a través de bucles inter-retroactivos, que se

desplazan entre, a través y más allá de sus condiciones de posibilidad. Esta ontología fomenta

una visión integradora del mundo, donde la interconexión e interdependencia de todos los

elementos son fundamentales en el quehacer intelectual humano, promoviendo un enfoque

que incluye aspectos físicos, biológicos, sociales y espirituales. Estas epistemologías, aunque

distintas, invitan a repensar la concepción del ser. En la epistemología de primer orden, el ser

se concibe como algo objetivo e independiente del observador, y la búsqueda de verdades

universales sobre el mundo es central. Descartes, por ejemplo, define el ser a través del

cogito, ergo sum (pienso, luego existo), subrayando una dualidad entre mente y cuerpo.
15
En la epistemología de segundo orden, el ser se ve como un sujeto en constante interacción

con su entorno, influenciado por su contexto y experiencias. Maturana y Varela, a través

de su teoría de la autopoiesis, conceptualizan el ser como un sistema auto-organizado

que construye su propia realidad mediante interacciones con su entorno. Finalmente, la

epistemología de tercer orden propone un ser complejo (homo complexus), multidimensional,

interconectado, que existe en múltiples niveles de realidad y cuya existencia se define por su

interrelación con otros seres y su entorno, según lo propuesto por Morin (1998), quien sugiere

que el ser es parte de una totalidad integradora, donde su comprensión requiere reconocer

su interconexión y dependencia con el universo. El esquema de epistemologías de primer,

segundo y tercer orden utilizado en este trabajo se propone como una herramienta analítica

útil para mapear formas de relación con el conocimiento, sin pretensión de totalización.

Se reconoce que muchos saberes ancestrales y comunitarios operan desde ontologías,

metodologías y cosmovisiones que no se ajustan necesariamente a estos tres órdenes, e

incluso podrían considerarse formas de epistemología situadas y alternas que desbordan la

lógica reflexiva del pensamiento occidental.

Diálogo entre, a través y más allá de los saberes

El diálogo entre, a través y más allá de los saberes puede entenderse como una propensión

integradora que busca superar las limitaciones y linealidades tradicionales del conocimiento,

mediante el ejercicio consciente y teleológico de la interdisciplinariedad, transdisciplinariedad

y metadisciplinariedad. Según Edgar Morin (2015), la complejidad de los problemas

contemporáneos exige una comprensión amplia y conectada que trascienda las fronteras de

las disciplinas aisladas, promoviendo la colaboración entre campos diversos para una visión

más compleja e integradora de los desafíos actuales. Este diálogo fomenta la integración de

experiencias, sentidos e interpretaciones diversas, reconociendo la no linealidad, fluctuación

e irreversibilidad del conocimiento. En este escenario, el trabajo colaborativo y la auto-eco-

actualización cognoscitiva permiten la deconstrucción y renovación incesante de las ideas.

Además, el enfoque antropoético es esencial para considerar los valores y la cultura en

la construcción del conocimiento, promoviendo una investigación más ética, contextual

y responsable, que refleje la realidad en su complejidad y dinamismo. La importancia del

diálogo entre saberes, y la apuesta por la interdisciplinariedad, transdisciplinariedad y

metadisciplinariedad, como lo plantea Morin (2015), radica en la necesidad de abordar los

problemas complejos desde múltiples perspectivas. Esto se logra metodológicamente mediante

la articulación de distintos marcos conceptuales, el trabajo colaborativo entre disciplinas y la

integración reflexiva de conocimientos diversos sobre un problema común. Morin argumenta

que los fenómenos actuales requieren un enfoque que trascienda los límites de las disciplinas

tradicionales, permitiendo una comprensión más integral y compleja. Esta visión fomenta la

integración de saberes diversos para enfrentar desafíos globales y locales, reconociendo que

ningún campo del conocimiento puede ofrecer soluciones completas por sí solo.
16
Mientras la interdisciplinariedad fomenta la colaboración entre disciplinas, la transdisciplinariedad

va más allá, buscando integrar el conocimiento en la práctica, y la metadisciplinariedad

organiza y reflexiona sobre los enfoques disciplinarios. Morin (2015) también introduce una

perspectiva antropoética del saber y la investigación científica, entendiendo el conocimiento

como una construcción humana influenciada por valores, ética y cultura. Este enfoque

destaca la importancia de considerar las dimensiones humanas y sociales en la investigación,

reconociendo que el conocimiento no es neutral, sino que está impregnado de significados

culturales y éticos. El diálogo entre saberes, en este sentido, no solo busca la integración

técnica, sino una comprensión profunda de cómo las distintas formas de conocimiento son

influenciadas por las prácticas y valores humanos. Así, la investigación se enriquece al incluir

estas dimensiones, ofreciendo una visión más completa y responsable de la realidad.

La apuesta por un diálogo innovador entre saberes, basado en la lógica del tercero incluido—

un elemento emergente del antagonismo entre dos premisas aparentemente irreconciliables—

se convierte en una estrategia esencial para enfrentar la complejidad y ambigüedad de los

problemas contemporáneos. Esta lógica permite superar dicotomías y enfoques excluyentes,

promoviendo en su lugar soluciones integradoras y dinámicas. Así, la integración de diversas

disciplinas y perspectivas surge como una vía compleja-dialógica-deconstructiva, capaz de

generar activamente un conocimiento más inclusivo y flexible. Este enfoque no solo aspira

a abordar la complejidad intrínseca de los fenómenos, sino que también promueve un

entendimiento ético y humanista en la investigación y práctica científica.

Conclusiones

El estudio de la epistemología pone de manifiesto la complejidad en la creación, validación

y aplicación del conocimiento a través de diversas disciplinas. Sin embargo, la integración y

el diálogo entre diferentes formas epistemológicas, incluidas las epistemologías de primer,

segundo y tercer orden, así como los saberes ancestrales, han sido limitados. Esta falta

de interacción impide una visión integradora y enriquecedora del conocimiento, lo cual es

fundamental para explorar cómo fomentar una integración más eficiente y no insular entre

saberes. La fragmentación epistemológica representa un obstáculo importante para lograr

una comprensión holística del conocimiento, por lo que superar estas barreras requiere una

reflexión crítica y la integración de perspectivas diversas, saberes, epistemes y disciplinas

con el fin de construir un conocimiento interconectado y socialmente útil.

Según lo expuesto en este artículo, la fragmentación epistemológica se adentra en la estructura

del sistema educativo y la dominancia de paradigmas científicos específicos. Por ello, la

reforma de los sistemas educativos y la promoción de enfoques inter, trans y metadisciplinarios

son esenciales para integrar distintas perspectivas y lograr un religaje más eficiente entre los

conocimientos. El fraccionamiento epistemológico tiene efectos negativos tanto en la teoría

como en la práctica, en la educación y la investigación. En la práctica profesional, la falta de una
17
visión integradora puede dar lugar a soluciones parciales e inapropiadas, por lo que se hace

urgente la incorporación de enfoques integrativos, emergentes, dialógicos, flexibles y reflexivos.

El abordaje de esta ruptura epistemológica requiere, fundamentalmente, un esfuerzo

consciente por fomentar un diálogo inclusivo y empático entre saberes. En este sentido,

adoptar una perspectiva de tercer orden, que permita una reflexión metacognitiva sobre los

fundamentos del conocimiento, facilita esta integración. Las epistemologías de los pueblos

ancestrales y las epistemologías del Sur amplían la teoría del conocimiento al valorar tanto

los métodos tradicionales y espirituales como la sabiduría ancestral. Estas epistemologías

desafían las perspectivas eurocéntricas de la ciencia, promoviendo una diversidad de saberes

que enriquecen el diálogo académico.

Es importante señalar que la evolución del pensamiento epistemológico, desde la antigüedad

hasta la modernidad, refleja una constante búsqueda por comprender la naturaleza del

conocimiento y su origen, en diálogo con el pensamiento epistemológico-ontológico. Esta

búsqueda no solo aborda la reflexión sobre los métodos de construcción del conocimiento,

sino que también busca comprender la diversidad del mundo social y del universo. Durante

la Edad Media, el debate sobre la integración de la razón y la revelación divina influyó en la

estructuración del conocimiento y en la aplicación de principios éticos, una influencia que

persiste en la ciencia contemporánea.

La modernidad transformó la epistemología con enfoques que enfatizan la duda metódica y

el análisis crítico. Estos enfoques no solo moldean la metodología científica actual, sino que

también influyen en la comprensión de la evidencia y el conocimiento en la investigación y la

educación contemporáneas. Así, el pensamiento filosófico actual se orienta hacia una visión

más integrativa, inter y transdisciplinaria del conocimiento, lo que enfatiza la necesidad de

construir nuevas epistemes que reactualicen, cuestionen y robustezcan los saberes previos,

en línea con la complejidad de los problemas contemporáneos. Por tanto, la incorporación

de enfoques diversos en la epistemología moderna subraya la necesidad de considerar no

solo los elementos aislados, sino también las interacciones, las conexiones, las resistencias,

las emergencias y las interrelaciones entre ellos. Este enfoque busca una comprensión más

completa e integrativa, capaz de abordar los desafíos complejos del mundo actual.

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Sobre el autor

José Alonso Andrade Salazar

Es docente Investigador de la Corporación universitaria Minuto de Dios, docente invitado al

doctorado en Educación superior de la Universidad de El Salvador, Psicólogo de la Universidad

Politécnica Salesiana de Quito, Ph.D. Pensamiento complejo de Multiversidad Mundo Real

Edgar Morin (México), Magister en Investigación Integrativa (México), Posdoctor en Educación,

investigación y complejidad de la Escuela Militar de Ingeniería (Bolivia), Especialista en
23
gerencia de proyectos de desarrollo de la Universidad La Gran Colombia, Especialista en

ciencias de la complejidad (México). Investigador en temas de educación, reforma educativa,

currículo, decolonialidad y complejidad, etnoeducación, transdisciplinariedad, epistemología

de la psicología, ciencias sociales, de la complejidad y la transdisciplinariedad, investigación

relacional e integrativa, transmetodologías, educación superior, resistencia educativa-

pedagógica, acoso escolar, violencias lineales y no lineales, resistencia social, prevención de

conductas suicidas, entre otros intereses.

Financiamiento de la investigación

Con recursos propios.

Declaración de intereses

Declaro no tener ningún conflicto de intereses, que puedan haber influido en los resultados

obtenidos o las interpretaciones propuestas.

Declaración de consentimiento informado

El estudio se realizó respetando el Código de ética y buenas prácticas editoriales de publicación.

Derecho de uso

Copyright (c) (2025) José Alonso Andrade Salazar

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Este texto está protegido por una licencia

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incluso comercialmente, siempre que cumpla la condición de atribución: debe reconocer él

crédito de una obra de manera adecuada, proporcionar un enlace a la licencia, e indicar si se

han realizado cambios. Puede hacerlo en cualquier forma razonable, pero no de forma tal que

sugiera que tiene el apoyo del licenciante o lo recibe por el uso que hace.